UN TAL FERNANDEZ
-¡Hola Cacho, como está Usted!
Y la figura
adusta saludaba con afabilidad
CACHO siempre vivió en la segunda cuadra de “la gauchita” y en sus idas
y venidas construyó un legado para la ciudad y sus descendientes realmente
invalorable.
Se llamaba
Ricardo Fernández.
Durante
mucho tiempo traté de encontrar los manuscritos de su programa radial en LU24:
“De todo un poco”, búsqueda infructuosa
hasta que un día suena el timbre de calle de mi casa y me entregaron sus archivos,
entre ellos la citada audición.
De ahí en
más me adentré a conocerlo a través de sus escritos, los documentos y sus
coetáneos.
Sus amores
Más allá de
su familia, de su amor por Quita, su esposa, el club Huracán fue su pasión. A
raíz de uno de los triunfos futboleros del club escribe “Y reiterándoles que siempre hemos estado con la camiseta puesta, sin
que ello nos obnubile para juzgar méritos y esfuerzos ajenos, debemos decirles,
amigos que y sin necesidad de electro cardiogramas comprobamos que anda
bastante bien el reloj del lado izquierdo que, como dijimos una vez, no sabemos
ya si es un corazón que se hizo “globito” o un “globito” que se hizo corazón”
(13 de marzo de 1978).
Cruzó la
entrada del club a los catorce años para jugar al fútbol y al basket. No se fue
más. Accedió a la dirigencia. Entre otros cargos fue su presidente desde 1943
hasta 1954. Allí se afana por el plan de obras: salón bar, cancha de pelota
cerrada, cancha de basket cerrada la que da a la calle Suipacha, las canchas de
bochas cerradas, el corrimiento de la de fútbol para hacer la pileta de
natación, la torre y los vestuarios , entre tantas cosas. Luego, en la Liga,
marca conductas y acciones.
Su otro amor
fue el periodismo, tal vez por genética.
Era hijo de aquel español anarquista que fundó el periódico La Voz y que fue
uno de los iniciadores del diario La Voz del Pueblo. Siguió la huella dejada
por su padre y desde las páginas de “La Hora” llegó a escribir según dicen sus
allegados , 700 artículos en el mismo, con temas de la actualidad de esa época.
También lo hizo en “Noticias Gráficas” donde se dedicó a cronizar la guerra
civil española (1936-1939) en favor de la República.
Sentado
frente a su vieja máquina escribe y escribe con solo tres de sus dedos que
vuelan sobre el teclado: lo que ve, lo que siente, lo que rechaza.
Utilizaba en
ciertos textos el seudónimo de Juan Pérez. En uno de ellos simula un diálogo
con San Martín que le dice “Hace tanto
tiempo que siento nostalgias del verdadero homenaje, del que es el pueblo mismo,
sin ruidos ni oropeles, sin invocaciones patrióticas de circunstancias…que no
se ratifican con una conducta encaminada sobre las directivas que ellas
trazan…”
De todo un poco
Sus notas en la audición radial son
fruto de largas investigaciones. Tengo en mi
poder numerosas de ellas. Las preparaba con disciplina periodística.
Coordina con el técnico los diferentes momentos: cortina musical, pausa, todo
presentado por escrito, nada al azar. Luego avanzaba con los temas explicitados
en el título del programa. Es una charla con los oyentes. Les cuenta cosas
ciertas de la zona y del mundo fruto de esa infinidad de recortes, ordenados en
sus carpetas. Allí guardaba valiosas
copias de documentos auténticos que parten de los inicios del pueblo desde la
época de Carlos Gomila en la década del ´80 en el siglo XIX hasta la historia
reciente. El mundo mirado con atención pasa en sus monólogos. Lo hace íntimo
cuando se dirige a don X y doña X, que encarnan a cualquier vecino, siempre les
cambia el nombre, hoy serán doña Encarnación y don Pedro, mañana serán otros
personajes ficticios y les imagina un menú para su cena y siempre les aconseja
dar la vuelta a la manzana tres veces para conservar mejor su salud. Los
memoriosos recuerdan que por las noches se decían: -“No te olvides de la
caminata nocturna, como dice don Ricardo”.
En la radio comenzó con un programa
de ´10, ´15 minutos llamado “Recuerdos de un tresarroyense”, luego “De todo un
poco” que duraba media hora hasta que se amplió a una hora. Concluía a las 22
horas. Se espació en parte de los años ´70 y ´80.
Vida cotidiana
Siempre
tenía su correspondencia al día. Son interesantes la mantenida con el
historiador dorreguense Funes Derieul donde ambos dos indagan la historia
regional con profundo análisis e intercambio de conocimientos. Le escribe “Una vez más, feliz 1987… . Tengo en reserva
un “habanito” para obsequiárselo, cuando nos encontremos. También el amigo
Arévalo de La Perla, me hizo referencia
a que tenía algún “Tabaco” para Ud…”. Jovial, a pesar de no ser una persona
de sonrisa fácil.
Nadie puede
negarle su amor a la tierra al leer sus profundas indagaciones.
La
“gauchita” era la calle donde él vivía a la que siempre nombra, no sabemos
quien la bautizó así. Fue el lugar que construyó su padre, dejándoles un seguro
techo. Falleció cuando él y su hermana eran niños.
Cacho ante esa partida tuvo que salir a trabajar. Hizo de
todo, trabajó en la imprenta de su padre y en la escribanía que estaba en la
misma cuadra de su casa. Mucho tiempo después, graduado del viejo colegio Mitre
ingresó al estudio Gatti, hasta que creó su Estudio propio.
Ya hombre grande y con familia constituida se había lanzado a
la aventura de estudiar Escribanía en Córdoba y posteriormente abogacía.
Con título en mano se dedicó principalmente a la parte de
sucesiones.
Su profesión no le restó tiempo para otras múltiples actividades. No se
perdía el cafecito con los amigos en el viejo bar Tortoni, allí en el 140 de Colón,
hasta que se corrió una cuadra cuando aquel cerró y se hizo cliente de La Perla
en Colón al 200. Todas las noticias y también discusiones corrían en esas mesas
que compartía a veces junto con Delfor Regot o Mario J. Pérez, Egidio Naveyra,
Jorge Casinghino por nombrar a algunos según las épocas. Allí no había
distingos entre peronistas o radicales, Agenor Pizarro o Juancito Guerrero
muchas veces compartían las charlas.
Era un cinéfolo en Tres Arroyos o en Buenos Aires donde
acudía a ver los últimos estrenos o a Les Luthiers.
Multifacético. Hasta tuvo tiempo para escribir algunos
libros y cuentos como“La última pesca” y
poesías como aquel Canto que terminaba con estos versos: “Y, cual brisa que arrulló tu estampa
Redobló el galope de un corcel
En el tambor inmenso de
la Pampa”
(1963)
Y aquellos escritos sobre personajes de Tres Arroyos: Mateo
Mastronardi (1974); Betolaza (1966); Un maestro, don Emilio García de la Calle
(1978).
Sus manuscritos son un compendio de escritos de grandes pensadores que llaman a
la reflexión y por sobre todo contienen la vida de su ciudad, su historia, su
transcurrir.
El político
También batalló por esas instancias en aquellos debates
azarosos del 46 al 55 donde fue concejal acompañado en los dos últimos años por
sus correligionarios: Larsen, Santandreu y Mastronardi .
Fue radical de punta a punta. Desde las juventudes de los
años 30 enfrentadas con Fresco y contra los habituales fraudes hasta llegar a una Senaduría
Provincial donde la caída de Frondizi lo hizo renunciar. Quiso ser Intendente y
se presentó a la Interna, por la UCR del Pueblo pero le ganó su antiguo
camarada Felix Larsen candidato de la UCRI.
Gran orador, acompañó en sus giras a Ricardo Balbín, que
siempre lo buscaba para acompañarlos y también militó junto a dos Ricardos más:
Ricardo Fuertes de Coronel Dorrego y Ricardo Rudi.
Eso sí, nunca aceptó cargos que no fueran electivos, era un
demócrata y aunque recibió propuestas, a todas se negó. Siempre mostraba su
antipatía hacia Francisco Franco por ejemplo y a todo enemigo del orden
institucional.
Sufrió traiciones como todo hombre comprometido con su medio.
Una larga e innombrable lista.
Pero don Ricardo Fernández supo sortear las piedras del
camino.
Un hombre de su
tierra.
Cacho, tresarroyense de nacimiento y de alma tuvo, como
vemos, intensa participación en las cuestiones ciudadanas. De todo un
poco, como titula a su programa radial.
Vivió siempre en la misma casa. De allí salía para el club, el periódico, el
café, el Juzgado, Claromecó y también la docencia. Dio clases de historia en el
Colegio Jesús Adolescente y en el Colegio Nacional ubicado en Chacabuco 138.
Sus antiguos alumnos lo recuerdan como un ameno expositor que exigía saber el
Preámbulo de nuestra Constitución y por supuesto su articulado, para que,
explicaba, sean en el futuro ciudadanos de verdadera vida democrática.
Viajero incansable, hurgaba en la idiosincrasia de los
pueblos que visitaba, buscaba su esencia. De este modo pudo recorrer el
continente, conocer in situ sus historias desconocidas y así sentir con más
profundidad la Patria Grande latinoamericana que el comentaba en sus clases
como buen sanmartiniano y admirador de Bolivar.
IMÁGENES
1)
Ricardo
en el club de sus amores, a los 17 años, tratado como un hermano menor por
Américo Bayugar, Arnaldo Sala, Perico Sequeira entre otros huracanófilos.
2)
Octubre
de 1957: Tres de los cuatro Ricardos tras un acto de campaña en Micaela
Cascallares. Balbín-Rudi eran candidatos a la gobernación y Ricardo a
intendente de Tres Arroyos por la U.C.R del Pueblo
3)
Febrero
de 1937. Capitán de la primera de Huracán y también capitán de la selección
tresarroyense de Basquetbol
4)
A
los 80 años. Falleció el 21 de febrero de 1993. Su herencia material solo fue
su casa y su auto