DE LÁPICES, CUADERNOS Y OTRAS YERBAS
Los chicos y chicas de antes iban a
la escuela enfundados en sus delantales blancos, algunos almidonados, a veces
tan duros que parecían de cartulina.
En la mano o a modo de mochila
llevaban la cartera, de cuero, bien lustrada.
¿Qué había ahí adentro?, los útiles
escolares. ¿Dónde se proveían de ellos?. En las librerías.
Los chicos y chicas de ahora también
se surten en esos negocios, algunos persisten de antaño, otros han aparecido en
el mercado en forma reciente. Lo que sí es cierto, es que nunca faltaron para
el abastecimiento de los escolares.
LAS LIBRERÍAS
Tres Arroyos a lo largo del tiempo
tuvo muchas librerías, para abastecer no solo la parte colegial sino también la
comercial.
Algunas de ellas, las más antiguas,
solo están en la evocación. Marta nombra a El Trébol en la calle Pedro N. Carrera.
Conserva el libro de francés que usaba en las clases de la profesora María
Elena Iriart, con la marca del sello que los propietarios ponían en los libros.
Largas colas debían hacer dada la cantidad de clientela.
No importaba. Los encuentros juveniles enriquecían la espera.
Una caminata por la ciudad me lleva a
Colón 457 donde estuvo Crusellas; Cafasso en 25 de mayo y Maipú; Pocho, Ducós,
Hansen, Iglesias, La Argentina de Francisco Diaz; Vita; Los Gallegos donde hoy
está el Comité Betolaza; El Coloso; La Minerva; Peña. Dejo al recuerdo del
lector las librerías que no he nombrado pero que a él lo surtieron de sus
útiles escolares.
Para muestra bastan solo tres
Al final llego a la esquina más dulce
de la ciudad como se le decía al enclave de la confitería El Quijote en
Irigoyen y Colón. Allí funcionó La Central. Dice María Angélica: “Era la más
grande, no tanto de librería de textos como librería en general : biblioratos,
álbumes, papelería en general”. De interiores espaciosos, circundado por estanterías
que contenían todo tipo de mercaderías los jóvenes compradores o sus padres
llevaban la lista de útiles que le iban a servir para gran parte del año
escolar. Muchas maestras también llegaban con los encargos que iban a necesitar
alumnos de bajo nivel económico. A veces la Cooperadora colaboraba con sus
familias las que iban devolviendo el dinero como podían.
BIARRITZ
Marcó
épocas. Fue inaugurada el 14 de agosto de 1950 en el Bulevard Belgrano, en ese
momento todavía con palmeras, pegadita al Colegio de Hermanas.
. “Su
rubro principal-dice Ricardo Messina (hijo)- era el de artículos de librería.
Con los años se fueron anexando otros como filatelia, golosinas, artículos para
colegios, libros primarios y secundarios”
Llevaba el nombre de un balneario
francés, “al norte de su territorio en los límites con España y cercano a otro
balneario como es el de San Sebastián” debido a “la relación de parentesco que
guardaba mi familia y principalmente mi madre con sus padres, ambos de origen
francés, apellidados Massigoge y Petreigne”.
“Originalmente el local comercial
tenía un destino distinto. Era la intención habilitar un lugar para la venta de
trabajos artesanales originados en las manos de la madre de don Ricardo cuyo
nombre era Luciana García Bayon de Messina (española)”.
Pero su hijo que había trabajado en
diferentes lugares del país y en empresas como Bunge y Born, “no quiso salir
más de Tres Arroyos” y se hizo librero. El emprendimiento se financió “en
principio por la venta del único automóvil que tenía. Eran épocas difíciles que
vivía el país en ese entonces”. Sin embargo la librería de Messina se
constituyó en un próspero negocio de la ciudad y el Partido. Rodeado de centros
de estudios que iban surgiendo a través del tiempo se constituyó en
indispensable proveedora.
Se instalaron “en una habitación
disponible al frente de la casa en que vivíamos. Sobre la avenida Belgrano 120.
Se le hizo una vidriera y puerta al frente, en sus primeros años abarcaba una
sola habitación de 5,5 metros cuadrados, se la vistió con estanterías hechas
por mi padre de madera y vitrinas de vidrio con cajoneras. Varios años más
tarde se amplió a otra habitación utilizada como comedor, de igual tamaño que
la anterior”.
Cita Ricardo (hijo) alguna curiosidad
como que “esta propiedad en la que vivimos y habíamos instalado el negocio era
propiedad legada por sus padres a mi madre y había sido anteriormente sede de
la parte administrativa de la Municipalidad de Tres Arroyos. Hasta no hace
mucho tiempo había una referencia histórica que reseñaba este hecho”.
El negocio era atendido por “toda la
familia: el matrimonio Messina (Julia y Ricardo) y sus hijos (Julia Irene,
Susana Raquel y Ricardo Julio). Supo tener empleados en la época de apogeo”.
“Tenía de todo…muchas cuentas corrientes”, en épocas donde no existían las
tarjetas bancarias. Agregó venta de cigarrillos, caramelos y diversas
confituras. Vendía libros de textos escolares “íbamos a Buenos Aires con papá y
pateábamos todas las calles, teníamos buenos créditos, traíamos las novedades
por ejemplo de la editorial Sopena”. Muchas veces en las noches el incansable
librero arreglaba las lapiceras fuente, las cargaba, le cambiaba la plumita y
eran las doce de la noche y seguía aferrado a sus múltiples quehaceres.
“Se trabajaba desde hora muy temprana 6.30
horas y antes también, hasta última hora de la tarde. No se cerraba al mediodía,
el movimiento era incesante”.
Se cerró el 31 de enero de 1985.
Marcó una época.
UNA MUJER Y UNA CARABELA
Esta carabela navegó tanto que llegó
hasta el siglo XXI.
La historia cuenta que una mujer
tresarroyense quería poner un negocio, no tenía claro de qué tipo hasta que se
decidió por una librería, tal vez porque su esposo, empleado de la Imprenta
Miralles, tenía conocimiento o vinculaciones con empresas de ese ramo. Además
la casa que habían alquilado en la primera cuadra de la 9 de julio tenía un
local desocupado a la calle, el dueño había dejado un mostrador. Todo tentaba a su utilización.
Elisa relata “Se inauguró el 27 de
febrero de 1951…Mi mamá me decía:-Elisa ¿cómo vas a poner un negocio…?.
En aquella época las mujeres, en su
mayoría, no trabajaban fuera de las tareas domésticas.
Lo cierto que Elisa Di Nezio de
Villafranca, que así se llama y llamaba la joven señora, abrió su librería. Existían
más negocios de ese tipo, como he citado anteriormente, el más cercano el
ubicado donde hoy está Corradino. No le importó la posible competencia que no
sucedió, pues había demanda para todos.
Las estanterías comenzaron a llenarse
de todo tipo de productos tanto escolares como para el comercio.
¿Cómo pudo Elisa cumplir con esa
multiplicidad de funciones que incluían criar a sus dos hijas, Marta y María
Elisa, atender los trabajos del hogar y ¡ser librera!. Parece que pudo.
Carabela navegó en puertos de crisis y de bonanza del país y no naufragó.
El local se proveía de productos de
compañías acreditadas Pelikan,Parker, De
la Penna, Estrada por nombrar solamente algunas. Luego de ser ubicadas en los
estantes que prolijamente le estaban asignados, partían a las manos de cientos
de niños y jóvenes, que esperaban la entrega mientras Elisa envolvía el
paquete, (no había bolsitas de plástico) rematado con el hilo y el nudo final.
Era y es un negocio familiar. Todos participaban ayudando a la dueña que asumía
la totalidad de las actividades, llevar las cuentas corrientes, la contabilidad.
Marta, su hija recuerda la imagen de su mamá lapicera en mano entre sumas y
restas. Uno de sus cadetes, Rodríguez, todavía pasa a saludar, aunque ahora Elisa
no está en el negocio, mira a la ciudad desde su departamento en altos, tal vez
pensando en cuántos de esos señores y señoras entrados en años que van por las
veredas habrán pasado por la librería a comprar los útiles escolares, lapiceras,
papel glace para la hora de manualidades, entre ellos imitación de portarretratos
para pegar en el cuaderno con la figura de algún prócer. ¡Cuántos se habrán
provisto de los cuadernos Rivadavia o Laprida, tapa dura, tapa blanda o
buscarían repuestos para sus lapiceras fuentes también compradas en la librería
en una época o biromes en otras!.
Carabela hace 41 años se mudó a su edificio
propio en la calle Colón. Hubo que contratar empleada. La primera también fue
una mujer: Adriana Fraile. Hoy siglo XXI, la librería continúa, siguen las
colas en los inicios del ciclo escolar, sigue la venta de papelería para las
oficinas. En diciembre las vidrieras se llenan de Navidad. Aquella jovencita
fundadora de la empresa sigue, desde su reducto familiar, pensando alguna nueva
innovación que se pueda hacer.
Tal vez el relato sobre librerías que
tenía propuesto se desvió un poco de la crónica, pero reflexioné que además de
los datos o testimonios, la presencia de una mujer fundadora de un negocio de
librería en épocas de poco protagonismo del género era importante destacar.
Carabela sigue abierta. Cumple el
deseo de Elisa: “Yo no quiero que cierre mis ojos y la librería ya no esté”.
AHORA
Los requerimientos del mercado han aumentado
hoy día. Hay infinidad de productos que generan necesidades de compra. La lista
de artículos para adquirir a principio de año, por una sola vez, se ha
convertido en muchas veces. Recuerda María Angélica que los libros eran heredados
de hermano a hermano. Hoy se escribe o dibuja en ellos y por tanto no pueden
ser utilizados de año a año.
Las librerías de Tres Arroyos, las
nuevas y las que continúan, adecuadas a los nuevos tiempos siempre estarán
presentes con sus gomas, mochilas, cartulina…de todo .
stellamarisgil12.blogspot.com
Imágenes
1)
1971: Librería Carabela y la habitual
publicidad en su primer local de 9 de julio 68.
2)
Los Villafranca. Elisa junto a su
esposo propietarios de Carabela
3)
La Central. Funcionó en la planta
baja del edificio de Irigoyen y Colón.