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martes, 29 de marzo de 2016

Los caminos de la Independencia




LOS CAMINOS DE LA INDEPENDENCIA
Escribe Stella Maris Gil
Creo que cuando se termine el letargo que produce la época estival y cuando el trajinado  2015 con sus jornadas electorales y campañas políticas, dé paso al nuevo año, comenzaremos a darnos cuenta que hace 200 años otros argentinos firmaron un Acta donde declaraban “la independencia de las Provincias Unidas del Sud (así nos llamábamos) …del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, y posteriormente agregaban “y de toda otra dominación  extranjera”.
 De aquellos momentos varias actas originales  no se encuentran, pero a través de otros documentos, entre ellos “El Redactor del Congreso Nacional”cuyo registro estuvo a cargo de Cayetano Rodríguez, se conocen las actividades allí realizadas.
Supongo que habrá momentos para la celebración y también para la reflexión; para pensar el significado y la perdurabilidad que impulsó a esos hombres (no había mujeres en el recinto) a escribir y a aprobar lo que en largas jornadas discutieron.
Muchos nombres y hechos protagonistas de estos sucesos, quedaron en el olvido, otros fueron homenajeados colocando nombres y fechas en  calles y pueblos. Aquí nomás en Tres Arroyos tenemos por ejemplo las arterias bautizadas: Paso, 9 de julio, Laprida.
Este último apellido abunda,  existen  ciudades bonaerenses que llevan entre otras, el nombre de Rivera, Darregueira y Laprida.
A este último le tocó ser el presidente del Congreso en ese mes de julio de 1816. La reglamentación indicaba que todos los meses debía cambiar la presidencia y  ese fue su momento.
  Borges lo revive en “El poema conjetural” donde recuerda su trágica muerte el 22 de setiembre de 1829.
Transcribo algunos versos:
“Zumban las balas en la tarde última
Hay viento y hay cenizas en el viento
Se dispersan el día y la batalla
deforme, y la batalla es de otros”

Y más adelante escribe:
“Yo, que estudié las leyes y los cánones,
Yo, Francisco Narciso Laprida,
Cuya voz declaró la independencia
De estas crueles provincias, derrotado
De sangre y sudor manchado el rostro”

Borges en este  poema revive una época terrible de guerras civiles,  que deja desde Río Cuarto hacia el norte, campos arrasados, cadáveres,  viudas con hijos muertos en las batallas.
Rescato otro de estos versos:
“Al fin me encuentro
Con mi destino sudamericano”
Le hace decir a Laprida y pienso, (pues no soy una especialista en Literatura) que Borges tal vez, sentía ese destino latinoamericano,  la Patria Grande, esa que postulaban San Martín y Bolivar.

Pensar la patria.
Habrá que desgajar mucho esa primera década revolucionaria. Tenemos la imagen que leíamos de niños, vía Billiken de los diputados yendo en carretas, diligencias y a caballo hacia el Jardín de la República,  pero detrás de esa escena ¿qué pasaba por la mente de los protagonistas?; ¿cuáles órdenes gubernamentales llevaban y que tal vez les era odioso aceptar?; ¿Por qué pasaron tantos meses, de marzo a julio para estampar sus firmas en el Acta de la Independencia?.
Muchas preguntas, dudas, para hurgar en los documentos,  comprender el pasado en ese momento, en un ejercicio empático.
Entre los diputados  hubo 13 abogados, 7 sacerdotes, un médico militar y uno que era a la vez abogado y sacerdote: Saénz. Todos tenían mandato anual, por tanto habrán variado desde el 24 de marzo de 1816 en que se reunieron por primera vez, hasta el 17 de enero de 1817 fecha en que se trasladó el Congreso a Buenos Aires, ante los peligros de las fuerzas coloniales que eran contenidas por Güemes en el Norte mientras San Martín partía con su ejército hacia Chile a través de los Andes.
Cerró su actividad en 1820.
Las edades de los congresistas eran variadas. El mayor era Rivera que tenía 63 años y por ahí estaba el más joven Tomás Godoy Cruz, mendocino,  con solo 25 años. Amigo y colaborador del General San Martín y fundador de la Logia Lautaro en Mendoza. Cedió su casa para que Fray Luis Beltrán pudiera instalar la fábrica de pólvora para el ejército de los Andes. Se lo nota insistente en la necesidad de declarar la independencia, en coincidencia con los deseos del general.
Los congresales llegaron desde distintos puntos del territorio. Tuvieron dificultades los del Alto Perú, pero se solucionó con la elección de emigrados para poder representar a sus compatriotas en guerra. Tampoco fue la Banda Oriental y nuestras provincias del Litoral, dirigidas por Artigas en disidencia con el poder porteño, lo que fue uno de los capítulos a trabajar en todos esos años para lograr un acuerdo.
 Los diputados, en general provenían de las clases más adineradas, de escalas sociales altas.  Ninguno era descendiente de los pueblos nativos. Ninguno venía de algún rancho perdido en la pampa. Esta población al igual que en el Cabildo de 1810 no era tomada en cuenta, pero sí, los que eran propietarios o poseedores de alguna renta tuvieron que aceptar pagar impuestos para solventar los gastos del Congreso.
Gran responsabilidad la que asumieron, sentían al país desde sus diferentes geografías, desde lo telúrico del interior profundo, o desde el llano y el puerto,  con sus diferentes visiones de pertenencia a sus tierras. Imagino los resquemores entre unos y otros, las miradas de los del interior profundo y la de los porteños. Por eso el hecho de la Sede en Tucumán y de la mezcla de personalidades en un espacio tan pequeño valoriza los esfuerzos de nuestros compatriotas de esa época.
El Congreso en su Sala
No todo era levantar la mano, sonreír y quedar en paz. Muchos de los asistentes llevaban el mandato del lugar que representaban y querían imponerlo, por ejemplo el referente a la forma de gobierno donde existían ideas confusas. Unos pedían  establecer una monarquía constitucional, fuera de la Santa Alianza europea;  otros una monarquía temperada ejercida por un heredero del imperio incaico y por tanto llevar la capital de Las Provincias Unidas al Cuzco. Este proyecto causó un gran revuelo, gritos y frases violentas.
También se discutió acerca de establecer una república unitaria o una confederación republicana formada por provincias. Uno de sus defensores fue Tomás Manuel de Anchorena.
El sacerdote Fray Justo Santa María de Oro por otro lado expresó  con gran enojo que “para proceder a declarar la forma de gobierno era preciso consultar previamente a los pueblos”. Temperamental  amenazó con que no iba a concurrir más a las sesiones si la mayoría se inclinaba  por la monarquía.  El Congreso no acepta su partida y debe continuar.
Este tema fue quedando a un costado, fuera de debate y por tanto ni la monarquía, ni la república se pudo implantar a lo largo de esos años.
Solamente en 1819 ya con residencia en Buenos Aires se dictó la ansiada Constitución Nacional, que no fue aceptada por su carácter unitario y como dice  la historiadora Gorostegui de Torres “aristocratizante y claramente monárquica que no tuvo en cuenta la voluntad general de los pueblos y precipitó la crisis de 1820”.
Lo efectivo fue el  nombramiento de Juan Martín de Pueyrredón para continuar con el tipo de gobierno establecido desde la Asamblea del Año XIII que fue el Directorio. Se tomaron algunas resoluciones tales como el nombramiento de Belgrano en el Norte al frente del Ejército o el dictado de un Estatuto Provisional a falta de Constitución.

El compromiso de la independencia
Los jazmines tucumanos, a pesar de la incipiente floración invernal se habrán agitado en sus ramas cuando el 9 de julio de 1816 la voz potente de Juan José Paso secretario del Congreso, interrogó a los diputados a ver si querían la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata; todos los presentes dieron  el rotundo SÍ, sin abstenciones, ni ausencias ni votos negativos.  A propuesta de Pedro Medrano, nacido en Maldonado, Uruguay y diputado por Buenos Aires se agrega como hemos dicho en un principio la frase “y de toda dominación extranjera”.
En esa calle, hoy completamente urbanizada, muchos tucumanos participaron desde afuera, para conocer lo que ahí adentro pasaba. Dicen que algunos levantaron su sombrero, otros aplaudieron. Los pisos de ladrillos de la Sala soportaron las fuertes pisadas de los diputados.
Se había firmado la Independencia.
No pudieron concretar el establecimiento de una Constitución Nacional. Hubo que esperar hasta 1853.
Mensaje al futuro, para desmenuzar el término  Independencia, su significado e implementación en el tiempo argentino. Para enfrentar ese compromiso que muchas veces se tergiversa y que en ese momento los congresales lo tenían bien en claro.
 Fuera del Congreso lo pedía Belgrano y también,  San Martín el de la famosa frase “ Es más fácil declarar la independencia que soplar y hacer botellas” escritas cuando urgía a los congresales que definieran el principal mandato por el cual estaban reunidos.
Verdaderos visionarios ¿no?




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