LOS CAMINOS DE LA INDEPENDENCIA
Escribe Stella Maris Gil
Creo que cuando se termine el letargo que produce la época
estival y cuando el trajinado 2015 con
sus jornadas electorales y campañas políticas, dé paso al nuevo año,
comenzaremos a darnos cuenta que hace 200 años otros argentinos firmaron un Acta
donde declaraban “la independencia de las Provincias Unidas del Sud (así nos
llamábamos) …del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, y posteriormente
agregaban “y de toda otra dominación extranjera”.
De aquellos momentos varias
actas originales no se encuentran, pero
a través de otros documentos, entre ellos “El Redactor del Congreso Nacional”cuyo
registro estuvo a cargo de Cayetano Rodríguez, se conocen las actividades allí
realizadas.
Supongo que habrá momentos para la celebración y también para
la reflexión; para pensar el significado y la perdurabilidad que impulsó a esos
hombres (no había mujeres en el recinto) a escribir y a aprobar lo que en
largas jornadas discutieron.
Muchos nombres y hechos protagonistas de estos sucesos, quedaron
en el olvido, otros fueron homenajeados colocando nombres y fechas en calles y pueblos. Aquí nomás en Tres Arroyos
tenemos por ejemplo las arterias bautizadas: Paso, 9 de julio, Laprida.
Este último apellido abunda, existen
ciudades bonaerenses que llevan entre otras, el nombre de Rivera, Darregueira
y Laprida.
A este último le tocó ser el presidente del Congreso en ese
mes de julio de 1816. La reglamentación indicaba que todos los meses debía
cambiar la presidencia y ese fue su
momento.
Borges lo revive en “El poema conjetural”
donde recuerda su trágica muerte el 22 de setiembre de 1829.
Transcribo algunos versos:
“Zumban las
balas en la tarde última
Hay viento y
hay cenizas en el viento
Se dispersan
el día y la batalla
deforme, y la batalla es de otros”
Y
más adelante escribe:
“Yo, que estudié las leyes y los cánones,
Yo, Francisco Narciso Laprida,
Cuya voz declaró la independencia
De estas crueles provincias, derrotado
De sangre y sudor manchado el rostro”
Borges
en este poema revive una época terrible
de guerras civiles, que deja desde Río
Cuarto hacia el norte, campos arrasados, cadáveres, viudas con hijos muertos en las batallas.
Rescato
otro de estos versos:
“Al fin me encuentro
Con mi destino sudamericano”
Le
hace decir a Laprida y pienso, (pues no soy una especialista en Literatura) que
Borges tal vez, sentía ese destino latinoamericano, la Patria Grande, esa que postulaban San
Martín y Bolivar.
Pensar la
patria.
Habrá
que desgajar mucho esa primera década revolucionaria. Tenemos la imagen que
leíamos de niños, vía Billiken de los diputados yendo en carretas, diligencias
y a caballo hacia el Jardín de la República, pero detrás de esa escena ¿qué pasaba por la
mente de los protagonistas?; ¿cuáles órdenes gubernamentales llevaban y que tal
vez les era odioso aceptar?; ¿Por qué pasaron tantos meses, de marzo a julio
para estampar sus firmas en el Acta de la Independencia?.
Muchas
preguntas, dudas, para hurgar en los documentos, comprender el pasado en ese momento, en un
ejercicio empático.
Entre
los diputados hubo 13 abogados, 7
sacerdotes, un médico militar y uno que era a la vez abogado y sacerdote: Saénz.
Todos tenían mandato anual, por tanto habrán variado desde el 24 de marzo de
1816 en que se reunieron por primera vez, hasta el 17 de enero de 1817 fecha en
que se trasladó el Congreso a Buenos Aires, ante los peligros de las fuerzas
coloniales que eran contenidas por Güemes en el Norte mientras San Martín
partía con su ejército hacia Chile a través de los Andes.
Cerró
su actividad en 1820.
Las
edades de los congresistas eran variadas. El mayor era Rivera que tenía 63 años
y por ahí estaba el más joven Tomás Godoy Cruz, mendocino, con solo 25 años. Amigo y colaborador del
General San Martín y fundador de la Logia Lautaro en Mendoza. Cedió su casa
para que Fray Luis Beltrán pudiera instalar la fábrica de pólvora para el
ejército de los Andes. Se lo nota insistente en la necesidad de declarar la
independencia, en coincidencia con los deseos del general.
Los
congresales llegaron desde distintos puntos del territorio. Tuvieron
dificultades los del Alto Perú, pero se solucionó con la elección de emigrados
para poder representar a sus compatriotas en guerra. Tampoco fue la Banda
Oriental y nuestras provincias del Litoral, dirigidas por Artigas en disidencia
con el poder porteño, lo que fue uno de los capítulos a trabajar en todos esos
años para lograr un acuerdo.
Los diputados, en general provenían de las
clases más adineradas, de escalas sociales altas. Ninguno era descendiente de los pueblos
nativos. Ninguno venía de algún rancho perdido en la pampa. Esta población al
igual que en el Cabildo de 1810 no era tomada en cuenta, pero sí, los que eran
propietarios o poseedores de alguna renta tuvieron que aceptar pagar impuestos
para solventar los gastos del Congreso.
Gran
responsabilidad la que asumieron, sentían al país desde sus diferentes
geografías, desde lo telúrico del interior profundo, o desde el llano y el
puerto, con sus diferentes visiones de
pertenencia a sus tierras. Imagino los resquemores entre unos y otros, las
miradas de los del interior profundo y la de los porteños. Por eso el hecho de
la Sede en Tucumán y de la mezcla de personalidades en un espacio tan pequeño valoriza
los esfuerzos de nuestros compatriotas de esa época.
El Congreso
en su Sala
No
todo era levantar la mano, sonreír y quedar en paz. Muchos de los asistentes
llevaban el mandato del lugar que representaban y querían imponerlo, por
ejemplo el referente a la forma de gobierno donde existían ideas confusas. Unos
pedían establecer una monarquía constitucional,
fuera de la Santa Alianza europea; otros
una monarquía temperada ejercida por un heredero del imperio incaico y por
tanto llevar la capital de Las Provincias Unidas al Cuzco. Este proyecto causó
un gran revuelo, gritos y frases violentas.
También
se discutió acerca de establecer una república unitaria o una confederación
republicana formada por provincias. Uno de sus defensores fue Tomás Manuel de
Anchorena.
El
sacerdote Fray Justo Santa María de Oro por otro lado expresó con gran enojo que “para proceder a declarar
la forma de gobierno era preciso consultar previamente a los pueblos”.
Temperamental amenazó con que no iba a
concurrir más a las sesiones si la mayoría se inclinaba por la monarquía. El Congreso no acepta su partida y debe
continuar.
Este
tema fue quedando a un costado, fuera de debate y por tanto ni la monarquía, ni
la república se pudo implantar a lo largo de esos años.
Solamente
en 1819 ya con residencia en Buenos Aires se dictó la ansiada Constitución
Nacional, que no fue aceptada por su carácter unitario y como dice la historiadora Gorostegui de Torres
“aristocratizante y claramente monárquica que no tuvo en cuenta la voluntad
general de los pueblos y precipitó la crisis de 1820”.
Lo
efectivo fue el nombramiento de Juan
Martín de Pueyrredón para continuar con el tipo de gobierno establecido desde
la Asamblea del Año XIII que fue el Directorio. Se tomaron algunas resoluciones
tales como el nombramiento de Belgrano en el Norte al frente del Ejército o el
dictado de un Estatuto Provisional a falta de Constitución.
El
compromiso de la independencia
Los
jazmines tucumanos, a pesar de la incipiente floración invernal se habrán
agitado en sus ramas cuando el 9 de julio de 1816 la voz potente de Juan José
Paso secretario del Congreso, interrogó a los diputados a ver si querían la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata; todos los presentes
dieron el rotundo SÍ, sin abstenciones,
ni ausencias ni votos negativos. A
propuesta de Pedro Medrano, nacido en Maldonado, Uruguay y diputado por Buenos
Aires se agrega como hemos dicho en un principio la frase “y de toda dominación
extranjera”.
En
esa calle, hoy completamente urbanizada, muchos tucumanos participaron desde
afuera, para conocer lo que ahí adentro pasaba. Dicen que algunos levantaron su
sombrero, otros aplaudieron. Los pisos de ladrillos de la Sala soportaron las
fuertes pisadas de los diputados.
Se
había firmado la Independencia.
No
pudieron concretar el establecimiento de una Constitución Nacional. Hubo que
esperar hasta 1853.
Mensaje
al futuro, para desmenuzar el término
Independencia, su significado e implementación en el tiempo argentino. Para
enfrentar ese compromiso que muchas veces se tergiversa y que en ese momento los
congresales lo tenían bien en claro.
Fuera del Congreso lo pedía Belgrano y también,
San Martín el de la famosa frase “ Es
más fácil declarar la independencia que soplar y hacer botellas” escritas
cuando urgía a los congresales que definieran el principal mandato por el cual
estaban reunidos.
Verdaderos
visionarios ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario